martes, 24 de febrero de 2009

Juan López López


HISTORIAS DEL TEMPLARIO

JUAN LÓPEZ LÓPEZ

Este año de 2009 de tantas celebraciones para la ciudad de Melilla, es también el año en que se cumplen los cien del nacimiento de un hombre de arte, de alguien que se dedicó a la escultura, que nació en esta ciudad y que aquí dejó parte de su huella.
Nos referimos a Juan López López, escultor nacido en Melilla, concretamente en el barrio del Mantelete, aquél primer barrio fuera de los recintos fortificados, en el mes de septiembre de 1909.
En esta página, hoy queremos rendirle un sentido, aunque pequeño, homenaje dando las gracias a José Marqués y Juan Díez, de los cuales hemos entresacado estas líneas.
El escultor melillense se marchó con su familia pronto a Madrid, para a finales de los años veinte empezar sus estudios de Arte. Hizo como escultor numerosas obras pero la más conocida es la que todavía, y por muchos años, se muestra como una verdadera joya de la iconografía militar y del arte de esta ciudad: el Monumento a los Héroes y Mártires de las Campañas de Marruecos.
Un merecido reconocimiento para con todos aquellos que dejaron sus vidas, muchos sin saber el por qué, para que hoy por hoy sigamos aquí disfrutando de esta ciudad cosmopolita.
Este monumento fue inaugurado durante la celebración de las fiestas patronales de septiembre de 1931, cinco meses después de instaurada la IIª República, y se escogió el proyecto expuesto por este escultor pues aunaba todo lo que en las bases del concurso el Ayuntamiento melillense pedía.
En el Telegrama del Rif de la época se le hizo una amplia entrevista cuando contaba con veintidós años de edad y fue su primer y más importante premio que se le había concedido y que a la postre sería su “buque insignia” de la nutrida obra escultóricas que realizaría durante toda su vida llegando a fallecer cuando tenía setenta y nueve años en la ciudad de Barcelona.
Según las investigaciones de Pepe Marqués, pudo entablar contacto con uno de sus hijos, el cual estaba encantado con que a su padre se le pudiera realizar una homenaje en la tierra donde vio la luz por vez primera y donde dejó honda huella de su buen saber artístico pero, por desgracia, hace pocos días falleció sin poder ver cumplido ese sueño.
Sin embargo, y como homenaje a esta familia de artistas, los que amamos la Historia y el Arte, queremos hacerles una celebración de que fue precisamente en este año cuando cien anteriores vio la luz el escultor con mayúsculas Juan López López.
Queden suscritas en esta página la adhesión que se hace el que les escribe a todo acto conmemorativo referente a este artista melillense. Hace pocos años también tuve la fortuna por interesarme por la Plaza de España y en concreto por los avatares que llevaron a la ciudad a convocar un concurso para realizar el homenaje debido a todos los que murieron en las distintas y cruentas campañas de Marruecos, sin embargo, y gracias al empuje de investigadores locales como José Marqués y Juan Díez, podemos estar convencidos que la petición de celebración no quedará “en agua de borrajas”
Es por ello, que viendo la gran cantidad de acontecimientos que se celebrarán en la ciudad como resultado de lo que aconteció hace cien años, debemos no olvidarnos de este evento y por ello seguiremos machacando hasta que también se le haga ese tributo a Juan López López.
FERNANDO SARUEL HERNÁNDEZ 10/2/09

Este artículo ha sido publicado el domingo 22 de febrero de 2009 en La Voz, suplemento del diario Melilla Hoy

lunes, 23 de febrero de 2009

Alberto Amorós


Alberto Amorós

Futbolista, intérprete de composiciones musicales sudamericanas, licenciado en Derecho y notable periodista que trabajó en Madrid, en la Dirección Técnica de la Prensa del Movimiento

Juan Díez Sánchez
( de la Asociación de Estudios Melillenses )

Pocas veces ha alumbrado nuestra ciudad a figura tan señera en campos tan diversos como el deporte, música y periodismo, como fue la de Alberto Amorós Duro. Melillense del Barrio del príncipe nacido en el año 1922 y que vivió en el número de la calle Ahorro, en el seno de una familia de clase media, pues su padre fue jefe de negociado en Telégrafos y procurador de tribunales.
Chico dotado de gran personalidad, inteligencia y espíritu de sacrificio: sobresalió en todas las actividades que abordó en la arriesgada aventura de la vida.
Futbolista
Muy joven, Alberto Amorós comenzó a practicar el balompiés con tal acierto que pronto se integró en el fútbol base local. Y contando 19 años de edad logró su primera aspiración: jugar en el más importante equipo de su ciudad, la Unión Deportiva Melilla. Donde militó a lo largo de once temporadas, entre los años 1934 y 1945.
Como curiosidad podemos resaltar que poco después de terminada la guerra civil, intervino en la liberación del jugador Iraqui. Jugando un encuentro en Monte Arruit entre el Melilla y un equipo de internados en el Campo de concentración de Zeluán.
Un encuentro de fútbol que quedó para siempre grabado en su memoria. Pues en el transcurso del mismo conoció a la señorita que luego sería su esposa: María Rosa Rodríguez del Barrio, hija de un señor propietario de tres fincas en Monte Arruit.
Como jugador, nuestro amigo Francisco Roldán en las páginas del diario “El Faro de Melilla”, de fecha 17 de agosto de 2007, lo describía como: “un destacado defensa central, de muchísima clase, de esos a los que hoy se denomina buen controlador de pelota y mejor pasador…·”
En el año 1945 su valía lo llevó a jugar en el Málaga, hasta 1949 en que fue fichado por el Hércules de Alicante. Equipo de primera división donde permaneció otros cuatro años, hasta 1952 en que luego de haber firmado con el Valencia un contrato por 700.000 pesetas, se vio obligado a dejar el fútbol y devolver el dinero. Pues el fallecimiento de su padre lo trajo de nuevo hasta Melilla, donde debió de hacerse cargo del despacho, trabajo de su progenitor como procurador de tribunales.
Cantante
Hombre polifacético, iniciada la década de los años cuarenta del pasado siglo, en las que estuvo en auge los espectáculos de variedades en numerosos establecimientos lúdicos de nuestra localidad, al igual que en el resto de España. Alberto Amorós compaginó durante algún tiempo su dedicación al fútbol con otra de sus aficiones no menos gratificantes: la de cantar acompañado de una guitarra. Y con tres amigos formó un conjunto músico-vocal que tomó por nombre “Los Brisas del Plata”, por tener en su repertorio mayoritariamente canciones sudamericanas, aunque también en menor medida interpretaron ritmos modernos.
Compusieron el grupo: Raibal, Alfonso Calvo, Galindo y Alberto Amorós. Cuarteto al que eventualmente se asociaba la bella canzonetista de aires sudamericanos y andaluces, Pili Infante.
“Los Brisas del Plata” actuaron con éxito en Melilla, poblaciones cercanas del Protectorado de España en Marruecos e incluso la Península.
Licenciado en Derecho
Influenciado por la segunda actividad laboral de su padre, que recordemos era procurador de tribunales además de jefe de negociado de Telégrafos. Alberto Amorós durante su estancia en Alicante como futbolista, alternó los partidos y entrenamientos con los estudios de la carrera de Derecho, que siguió por libre en la Universidad de Granada. Consiguiendo gracias a su tenacidad, esfuerzo e inteligencia el título de Licenciado en Derecho.
Un título que tuvo que poner en práctica en Melilla antes de lo proyectado, al fallecer su padre repentinamente y tener que continuar durante algún tiempo con sus tareas pendientes como procurador de tribunales.
Seguro que su formación jurídica, unida a su experiencia periodística y en alguna medida su pasada faceta deportiva. Resultaron decisivas para que en torno al año 1960 pasara a trabajar en Madrid en las oficinas de la Dirección Técnica, Servicio de Redacciones, de la Prensa del Movimiento.,
Periodista
Alberto Amorós fue colaborador habitual del antiguo diario melillense “El Telegrama del Rif”, en cuyas páginas aparecieron sus artículos bien firmados con su nombre o bajo el seudónimo de “Más - Oro”.
Recordemos que “El Telegrama del Rif” tras la independencia de Marruecos en el año 1956. Cambió la denominación de su cabecera por la de “El Telegrama de Melilla”, en 1963.
Unos trabajos que por su asiduidad y valía le repostó la obtención del carnet de Prensa en el año 1948.
También, antes de marchar a Madrid, en Melilla ejerció de cronista deportivo en la desaparecida emisora Radio Juventud
Su ingreso en la Prensa del Movimiento hacía el año 1960 lo animó a seguir escribiendo en calidad de colaborador de Pyresa.
Especializado en temas deportivos en general, fue todo un experto en boxeo. Y su cariño a la tierra natal: Melilla, lo empujó a publicar desde Pyresa, agencia de Prensa también dependiente del Movimiento, en numerosos periódicos nacionales, infinidad de artículos en defensa de la españolidad de Ceuta y Melilla ante las infundadas pretensiones anexionistas de Marruecos.
Amor a su patria chica que también demostró ejerciendo como corresponsal informativo en Madrid de “El Telegrama de Melilla”. Tal como recoge en su página 135 el “Anuario de Prensa Española”, editado por la Dirección General de Prensa en el año 1965.
Los artículos que escribía exclusivamente para ser publicados en “El Telegrama del Melilla” solían ir encabezados con el antetítulo de “Desde Madrid”.
Amorós participó activamente en diversas campañas periodísticas enaltecedoras de los ideales del régimen franquista, como fue la promovida por el también periodista melillense Ramiro Santamaría Quesada ( Melilla,1922 – Madrid,1983 ), orientada en conseguir para Melilla la Cruz Laureada de San Fernando. En atención a su protagonismo en los inicios de la guerra civil y a unir al título de Adelantada en el Movimiento Nacional.
En Pyresa también escribió infinidad de comentarios, editoriales que como era entonces habitual, aparecían sin firma.
Seguro que Amorós en Madrid tuvo que tener algún contacto con los hijos de Salvador Zarco Peña, quien nacido en el año 1900, llegó a Melilla a muy poca edad, antes de la Guerra de 1909. Iniciándose siendo niño en la fotografía, en la que destacó como corresponsal de “Prensa Española”, “La Vanguardia”, “Prensa Gráfica”, “La Unión Ilustrada” y “El Telegrama del Rif” en la guerra de Marruecos. Disponiendo también de estudio propio que durante algún tiempo compartió con “López”.
En 1936 Zarco se integró en la unidad armada “Bandera de Marruecos” formando parte de su Gabinete de Prensa y Propaganda. Pasando a residir en Madrid una vez terminada la guerra civil, donde trabajó para el rotativo deportivo “Marca” y el semanario taurino “EL Ruedo”.
Excelente fotógrafo, su apellido solía figurar en las portadas de “Marca”, al pie de las fotos destacadas.
Manuel y José Luis Zarco Martínez, hijos de Salvador. También ejercieron como redactores gráficos de “Marca”, firmando sus trabajos como “Zarquijo”.
Salvador Zarco falleció en el verano del año 1958.
BOXEO
Como ya hemos mencionado, Alberto Amorós se distinguió como periodista especializado en temas deportivos, y sobre todo en boxeo.
Dirigió en torno a los años 1962 y 1970 la revista BOXEO, de difusión nacional y editada por la Federación Española de este Deporte, con oficinas y redacción en Madrid. Observándose también en ella a Amorós ocupando el cargo de Jefe del Servicio de Redacciones.
Fueron las décadas de los años sesenta y setenta del pasado siglo un periodo de extraordinaria actividad en la práctica del boxeo amateur y profesional en Melilla. Reflejándose ello en las páginas de la revista BOXEO, que con corresponsales en todas las ciudades importantes de España y capitales del extranjero. En nuestra ciudad contó como colaboradores literarios con Francisco Silvestre Valverde, Avelino Gutiérrez, José Peláez ( Pollensa, Baleares, 1924 ), Antonio Duplas ( Ceuta, 1936 – Melilla, 1983 ) y Francisco Roldán. Mientras que Jesús Brotón Ruíz, fallecido en 1989 a la edad de 78 años, ejerció de reportero gráfico.
Francisco Silvestre Valverde nació en Melilla en el año 1912 y falleció en la misma ciudad en 1988. Después de haber trabajado como funcionario del Ministerio de Defensa y colaborador además de BOXEO, de Radio Juventud, Radio Melilla y en alguna que otra ocasión de “El Telegrama de Melilla”.
Alberto Amorós en la revista BOXEO firmaría artículos tanto con su nombre como seudónimo de “Más – Oro”. A veces traduciría artículos tomados de la prensa francesa y al menos en una ocasión – en los escasos números de esta publicación que hemos podido leer - trató del deporte del ring en nuestra ciudad, como fue en el número 45, correspondiente al mes de octubre de 1962 y titulado “Boxeo en Melilla”, que rubricó como “Más -Oro”.
Reconocimientos
A lo largo de su dilatada carrera periodística Alberto Amorós recibió numerosas pruebas de afecto y reconocimiento por su labor. Pudiéndose resaltar entre todas ellas el Premio Africa de Periodismo en su edición de 1968 y distinción como “Legionario de Honor” en el año 1970.
El primer galardón lo obtuvo en enero de 1969 cuando el jurado calificador del Concurso Africa de Periodismo, correspondiente al año 1968 acordó otorgarle el Cuarto premio, gratificado con 3.000 pesetas por una serie de artículos titulada “Melilla … esa desconocida”. Y que vio la luz en los diarios El Eco de Canarias; La Voz de Almería; Córdoba, La Voz de Castilla, de Burgos; Odiel, de Huelva; Jaén y Jornada, de Valencia.
Algunos años después su continuada labor periodística enaltecedora de la obra de España en Africa, se vio nuevamente agradecida por Orden de Presidencia del Gobierno de fecha 4 de enero de 1977. que le concedió la Encomienda de la Orden de Africa, con el título de Comendador.
En cuanto al título de “Legionario de Honor”, le fue conferido a comienzos del año 1970 a instancia del general subinspector de La Legión, Julio de la Torre Galán, en atención a la encomiable labor periodística de Alberto Amorós en favor del Tercio.
Además, anteriormente el general Julio de la Torre, célebre por haber liderado en Melilla el 17 de julio de 1936 la rebelión militar que impuso la Dictadura de Franco en España. Recibió en su domicilio a Amorós, a quién entregó un ejemplar de su libro ¡ La Legión. Esa novia!
Colofón
Gracias a nuestro común amigo Ginés Adán Ávila, pude contactar con Alberto Amorós a finales del mes de octubre del año 2003. Relatándome entonces algunos acontecimientos señeros en su biografía.
Luego de que en torno al año 1960 abandonara Melilla para establecerse en Madrid, Amorós regresó a nuestra ciudad en algunas ocasiones. Siendo la última en el año 1982 con motivo del fallecimiento aquí de su madre.
Al ser su esposa natural de Málaga, en esta capital veraneaba Amorós, acudiendo con asiduidad a la Casa de Melilla en esa capital andaluza. Cuyo Ayuntamiento le felicitó por su ingreso en la Orden de Africa. Al respecto, en carta que dirigió a Ginés Adán el 26 de julio de 1991, y que se conserva en la Asociación de Estudios Melillenses, Amorós decía: “Cuando ingresé en la Orden de Africa, el Ayuntamiento de Málaga lo felicitó. Cosa que no hizo el de Melilla, su patria chica,…Nadie es profetas en su tierra, pero eso me dio tristeza”. Indicando a continuación: “En mi casa tengo 18 carpetas con documentos periodísticos sobre Gibraltar y, más aún sobre Melilla y Ceuta… los temas se discuten, se defienden y se apoyan con más ahínco y efusión, cuando se conocen a fondo y, en esas carpetas, tengo yo temas de años ha…1960… a hoy… Y ahí es donde se ve la perfidia de Marruecos para querer quedarse con Melilla y Ceuta”.
Finalmente el 17 de agosto de 2007, Francisco Roldán comunicó a los melillenses a través de las páginas del diario El Faro de Melilla que recientemente había muerto en Madrid Alberto Amorós Duro. Cerrándose así una importante página de la Historia local y nacional del Periodismo.

Este artículo ha sido publicado el domingo 22 de febrero de 2009 en La Voz, suplemento del diario "Melilla Hoy ".

lunes, 16 de febrero de 2009

El soldado de los milagros: Benito López Franco


Nuevos descubrimientos sobre la muerte de Benito López Franco,
el quinto de Cetina al que Melilla venera como un santo


El doble enigma del "soldado de los milagros"

En su lecho de muerte, Alfredo Marrueco confiesa a Gregorio Gil su secreto .
Gregorio Gil cuenta por escrito lo que le contó Alfredo sobre la muerte de Benito .
Benito no murió ahorcado sino de una paliza que le rompió la cabeza y un brazo


por Juan Dominguez Lasierra

Melilla está revuelta. Me lo dice Pepe Marqués, que en realidad es el que más revuelto está.
--¡Sabes que se ha descubierto que Benito murió de una paliza, que le rompieron la cabeza y un brazo!
Sentía tener que decírselo, precisamente a él, que me había descubierto el caso, que me había hecho conocer la figura de Benito, sus antecedentes, su tristísima muerte, su asombrosa santificación popular. Pero esa información que él creía novedosa estaba en mis manos desde hacía muchos meses, desde que el hermano menor del soldado de los milagros, José, me la había proporcionado. Y José hacía mucho mucho tiempo que lo sabía. Si no había querido hablar…
--Esa información lo cambia todo… -me dice Pepe emocionado..
--En realidad, Pepe, no cambia nada. Una vez que sabíamos que Benito no se suicidó, cambiar su muerte a tiros por una paliza modifica las circunstancias, pero no lo fundamental de esta historia: saber quienes le mataron y porqué. Y este enigma sigue intacto.
Un manuscrito revelador
Hace meses, en efecto, José, el hermano menor de Benito, me había hecho llegar una fotocopia de cinco páginas manuscritas que había escrito, poco antes de su muerte, un amigo del soldado de los milagros, Gregorio Gil López, apodado Pío.
Pío rememora sus días infantiles en Cetina, los tiempos de escuela y juegos, sus maestros, cómo a los 14 años Benito y él tuvieron que ponerse a trabajar, los grupos de amigos, las cuadrillas que formaban los mozos, de cómo Benito tocaba la guitarra, "era un buen aficionado porque todo lo sacaba de su cabeza" -comenta-, y cantaba la jota, las chicas que frecuentaban… Benito López Franco y Alfredo Marruedo eran los mejores amigos.
En 1949 llega el momento de ir a la mili. Benito y Alfredo, que eran de la misma quinta del 48, fueron a Melilla; Gregorio era del 49, pero se fue voluntario al cuerpo de aviación en Zaragoza.
Según la declaración de Gregorio, en Melilla se encontraban cinco quintos del pueblo, Benito López Franco, Alfredo Marruedo Joven, Marcos Marco Marco, Jesús Marco Mateo y Juan Moros Pérez. En Melilla prosiguió la estrecha amistad de Benito y Alfredo, que se hacían confidencias, incluidas las sentimentales.
Benito había conocido a la hija de un alto mando, y un día el padre se enteró, con gran disgusto. Según cuenta Gregorio, el padre mandaba a soldados a su servicio para que presionarán a Benito y dejara a su hija. Alfredo, confidente de estos problemas, aconsejaba a Benito que dejara esas relaciones, pero la chica estaba tan enamorada que lo perseguía por todas partes y también le amenazaba si llegaba a dejarla. En esta situación, amenazado por las dos partes, según el testimonio de Gregorio, por el padre y por la hija, el 17 de enero de 1950, Benito aparece muerto en los aseos del botiquín. El cadáver es retirado, se niega incluso a los compañeros de Cetina que puedan verlo y al día siguiente, 18 de enero, el vicario J. Antonio Segovia (¿) redacta un certificado de defunción donde se le niega sepultura cristiana por causa de suicidio. Pese a ello, los compañeros de Benito le ponen una cruz a su sepultura, que empieza ya a recibir flores.
Otra versión de la muerte
Los compañeros de Benito son licenciados. Pero entonces sucede algo trascendental en esta historia. Antes de salir de Melilla, un compañero de cuartel, cuyo nombre se desconoce, le dice a Alfredo que Benito no se había suicidado, que lo habían asesinado, matado a golpes, que le habían roto la cabeza y un brazo. Como nadie podía confirmarle aquello, Alfredo nunca se atrevió a comentarlo a nadie, ni familia ni amigos.
Aquí entra en escena de nuevo Gregorio Gil, quien dejó este testimonio que resumimos de sus páginas manuscritas. En 1954, Gregorio, que mantenía amistad con Alfredo, va a Francia a trabajar, y a partir de ese año sólo vuelve al pueblo para vacaciones. Aunque comentaban entre ellos lo misterioso de la muerte de Benito, Alfredo nunca le cuenta a su amigo lo que le dijo el soldado desconocido. Pero en agosto de 1975, cuando Gregorio llega de vacaciones, se encuentra a Alfredo enfermo de gravedad y va a visitarlo. Era el 3 de dicho mes. Alfredo sabe que se muere y le cuenta a Gregorio su gran secreto. Alfredo muere unos días más tarde, el 8 de agosto. Gregorio guarda también el secreto.
En mayo de 1977, el concejal de cementerios de Melilla suprime la separación de la tierra sagrada, y como va a procederse al desenterramiento de restos, se comunica a los familiares de Benito. Entre los que acuden están Vicente López Espeja y su señora, Luisa Gil Pelegrín, yerno e hija de Gregorio. La fecha es el 30 de mayo.
Gregorio le advierte a su yerno que cuando saquen a Benito de su ataúd se fije bien si tiene rotos la cabeza y un brazo. Le dará explicaciones a su vuelta de Melilla A su regreso, el yerno le dice que, efectivamente. Benito tiene la cabeza y el brazo rotos. Entonces Gregorio le cuenta lo que Alfredo le había confesado en su lecho de muerte, el 3 de agosto de 1975.
La noticia ya se difunde, y Gregorio Gil López la pone por escrito, que sólo da a conocer en el 2000, cuando Cetina rinde homenaje a su malogrado hijo.
El enigma sigue
Pero de lo único que estamos seguros es de que Benito López Franco no se suicidó, como se dijo, como se mintió por las autoridades militares de la época. Es curioso que se diga que en el ataúd que se destapó el cadáver estaba puesto boca abajo, como dicen que se ponen a los suicidas, y que se metió una cadena de wáter, la que se dijo mentirosamente que había utilizado para ahorcarse. Había gente, claro está, interesada en que la muerte de Benito pasara por un suicidio, lógicamente para ocultar el homicidio. ¿Pero quién provocó su muerte? ¿Fue una simple pelea de soldados? ¿O los militares estaban pagados para pegarle? Fue su muerte una amenaza que llegó involuntariamente más allá de lo previsto, o fue la venganza de un padre indignado, de un novio despechado? He aquí el misterio que prosigue, con derivaciones que ponen gravedad a lo ya muy grave del asunto. ¿Por qué y cómo se tapó un crimen con un suicidio? Y falta el enigma que convierte este caso en un hecho extraordinario. ¿Cómo llegó a convertirse el soldado asesinado en un santo de espontánea devoción popular, cuyos favores reclaman cientos de personas, que llenan permanentemente de flores su tumba en el cementerio de Melilla? Porque en el caso de Benito a un enigma criminal se une otro religioso.
La sepultura
Hace un par de años escribí ya en estas páginas una serie de reportajes en torno al soldado de Cetina. Desde entonces, he seguido indagando en este extraordinario caso que, a medida que pasa el tiempo, obliga a nuevas y más complejas preguntas. Porque faltan informaciones veraces, porque los papeles que habían de aclararlo oficialmente no parecen existir. Tengo en mis manos la fotocopia del documento existente en el Cementerio Municipal sobre la muerte de Benito:
"Parroquia Corazón de Jesús, Melilla. Niégase la sepultura en Sagrado al cadáver del soldado Benito López Franco por no constar nada en contrario a esta Vicaría sobre el suicidio intencionado de la víctima. Dios guarde a V. muchos años. Melilla, 18 de enero de 1950. El vicario-arcipreste J. Antonio Segovia. Rev. Sr. Capellán del Cementerio de la Purísima Concepción. Melilla ".
Abusando de mi amistad, y de la cordialidad de Rafael Imbroda, melillense de toda la vida, le pedí el grandísimo favor de que me informara sobre el momento en que la devoción a Benito empezó a hacerse patente en Melilla. Cumpliendo como el mejor, Rafael me enviaba el siguiente informe:
"Hoy 16 de Mayo de 2006, he acudido al cementerio de Melilla y me he entrevistado con su conserje, D. Tomás Tomé.
Me cuenta que ocupa el puesto de conserje desde septiembre de 1977 y que antes había sido sepulturero. Habla del muro que separaba la parcela del resto del camposanto y de su enorme puerta. Siendo él sepulturero se metía en ese patio a tomar el bocadillo preceptivo de media mañana por ser un lugar tranquilo y protegido de miradas indiscretas. En líneas generales coincide con los detalles que teníamos y concreta que el muro se derriba en 1978 por entonces la tumba aparecía ya cubierta de flores, aunque, añade, peor organizadas.
Por otra parte, hoy pregunté a mi madre (93 años) que a pesar de su edad mantiene una memoria privilegiada sobre su recuerdo sobre esa tumba que está a escasos 30 metros de la que guarda los restos de sus padres. Hasta el 62 iba frecuentemente a cuidar la tumba de sus padres y a partir de esa fecha, que fallece mi padre, deja de ir al cementerio. Una de dos, o mi madre era muy despistada y no se enteraba de lo que sucedía muy cerca de ella, cosa que dudo, o no existía ninguna parafernalia hasta ese momento. Esto puede ser un dato para pensar que la devoción se inicia después de esa fecha.
El patio se denominaba antes de retirar la valla Patio Civil y cuando Tomás tomaba el bocadillo allí había muchos matojos y pocas tumbas. Actualmente se denomina Parcela 31. Meses antes de llegar él, el 30 de Mayo de 1977, sus familiares y en su nombre, Teodoro López Franco, solicitan y le conceden la exhumación para su traslado a Zaragoza. Ante este hecho se arremolina la gente pidiendo que no se lleven los restos y los familiares terminan por acceder. En ese momento se cambia la dirección de la tumba. Como te he dicho había pocas y se disponían de forma anárquica. Estaba orientada de Norte a Sur. En la exhumación se platean dudas sobre la verdadera identidad de los restos porque era una especie de fosa común. Finalmente y no sé porqué medio, se determina que verdaderamente pertenecen a Benito López Franco, enterrado el 17-01-1950, se meten en una pequeña caja de madera y se entierran en el mismo lugar con la orientación que ahora tienen todas las sepulturas en esa parcela, es decir de Este a Oeste. O sea que como yo te dije hubo un cambio pero no se movieron del mismo lugar.
Le cuentan a Tomás Tomé, sepultureros que había en el cementerio antes de su llegada que por iniciativa propia o por encargo de los familiares, el conserje (Ginés Calvo) y un albañil (Juan Urbaneja) deciden adecentar la tumba por los 70. Lo hacen a base de azulejos de cerámica. Uno de ellos infiere un profundo corte en la mano a Juan Urbaneja que se dirige a las oficinas conteniendo como podía la hemorragia. Se aprecia, pues, un claro reguero de sangre saliendo de la tumba. Esto dispara la imaginación popular y aumenta la leyenda urbana del "soldado de los milagros" diciendo que "había manado sangre de la tumba". Él me confirma los datos de buen mozo, cantaor y con don de gentes. La leyenda popular habla de que era novio de la hija de un capitán, en otros casos, la amplían a que era capitán médico y que Benito se dedicaba a contentar tanto a la madre como a la hija. Éstos son los datos objetivos que me ha contado Tomé, que además me ha mostrado la petición de Teodoro para la exhumación. Seguimos teniendo una laguna sobre la fecha del inicio de la devoción pero se puede ir intuyendo".
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¿ Sicarios?
José Luis Navarro, autor de un libro de relatos titulado "El soldado incorrupto", donde se narra el caso del soldado, aunque extrapolado literariamente, tuvo también la amabilidad de contarme lo que había sabido de la historia del soldado:
"Hará unos treinta años, en el bar de oficiales del Cuartel de Santiago, un capitán moro "así se les llamaba y creo que era imán", me refirió de forma reservada la historia de un soldado, sanitario y auxiliar o asistente del capitán médico de entonces, al que el dicho le pilló 'enfrascado' con una de sus hijas adolescentes mandándole al calabozo, donde días después apareció ahorcado. Para el imán, más bien fue suicidado. Incluso me habló de un 'cabo de vara', moro también, que, junto con otros sicarios, se ocupó del asunto. Cinco o seis años después, habiéndoseme ordenado restaurar uno de los panteones militares, entablé conversación con los sepultureros del cementerio que estaban extrayendo restos de las fosas comunes para arrojarlos al osario. Fue entonces cuando observé una tumba floreada y supe, por uno de ellos, el de más edad (creo que capataz), que pertenecía al soldado que hacía milagros y, según él, al remover la tumba, su cuerpo había aparecido momificado, por lo que le dejaron allí".
13.05.2007

martes, 3 de febrero de 2009

Escultor melillense Juan López López


Una foto entrañable

El célebre escultor melillense Juan López López nació el 1 de septiembre del año 1909 en el popular Barrio del Mantelete, en el número 2 de la calle Medina Sidonia. Un edificio que alberga hoy en sus bajos al conocido Bar Sevilla.

Juan López contrajo matrimonio contando 25 años de edad. Marchó a Madrid junto con su familia hacía el año 1915 y allí estudió Arte a finales de los años veinte gracias a una beca concedida por la Junta Municipal de Melilla.

Realizó numerosas obras escultóricas, siendo la más conocida la inaugurada en la Plaza de España de Melilla el 6 de septiembre de 1931: El Monumento a los Héroes y Martíres de las Campañas de Marruecos.

En la fotografía que adjuntamos aparece Juan López junto a su esposa e hijos. sosteniendo en sus brazos a José, fallecido el 1 de febrero de 2009 en Barcelona. José López García era el que había heredado el arte de su padre. Pues tenía alma de artista, y aunque su profesión era la de albañil, era hábil esculpiendo y pintando. E igualmente había heredado las bellas facciones de su madre. Estaba casado y tenía dos hijas y un hijo, así como una nieta de siete años y otra en camino. Tenía muchos planes para su jubilación y muchas ganas de hacer cosas. Estaba lleno de vida y seguro que habría asistido en septiembre de 2009 a la celebración en Melilla del primer centenario del nacimiento de su padre.

Recordemos en este año de 1909, tan cargado de emociones, las figuras de dos hombres de las artes: Juan López López y su hijo José López García.

El periodista melillense Juan Domínguez Lasierra se jubila

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